Viniendo de abajo hacia arriba, comenzando por decirlo de algún modo, viene en seguida un recorrido por Pueblos Mágicos del Estado de México y algunos otros del país. Cabe agregar que en algunas ocasiones se omitirán pueblos, Valle de Bravo y Tepotzotlán, principalmente por habernos ocupado muy recientemente de ambos. En el caso del segundo hablaremos de algunas de sus localidades. Adicional a los sitios anteriores, los Pueblos Mágicos mexiquenses de los que hablaremos son: El Oro, Teotihuacán (solo su zona arqueológica) y Malinalco. El resto de pueblos mágicos no los abordaremos de momento porque personalmente aún carezco de archivo por compartir de dichos sitios. Sin mas aquí comienza el recorrido.
La entrada a Malinalco se realizó del modo más inusual a como actualmente se haría: a pie y por subidas y bajadas a través de un cerro. El hecho para resumir fue un breve paso en medio de una peregrinación, por lo que el avance en el poblado en realidad fue en un lapso corto de tiempo, lo que significa que apenas hubo oportunidad de conocer parte del centro de este Pueblo Mágico (en una semana esta ya se volvió la categoría más mencionada del blog). Al encontrarse aun en recuperación el templo principal de Malinalco, a causa de los daños sufridos en septiembre de 2017 (sorprendente como han pasado ya seis años), no hubo oportunidad de visitar su interior, pero si el patio bajo de su convento, que curiosamente, aún sigue en funciones como monasterio.
En particular, el encanto de Malinalco radica en una sensación como de encontrarse en una población que intenta girar arquitectónicamente en torno a su templo. Se observa el uso frecuente de la roca tallada, que más bien es herencia de los pueblos prehispánicos que en su zona arqueológica tallaron basamentos y otros espacios rituales para sus ceremonias. En las cercanías, algunos espacios turísticos trataron de imitar aquella hazaña precolombina. Sus capillas por su parte, son sencillas edificaciones, lo mismo que muchas de sus casas, algunas pocas llegan a tener dos niveles.
El convento de la Transfiguración, que actualmente solo puede visitarse en el patio del monasterio, aun conserva muestras importantes de pintura mural, que se plasmaron a inicios del período virreinal, y donde aún se aprecia cierta influencia de la cosmovisión indígena, ya sea en la flora y fauna representada en los muros, o bien, de sus relatos y simbolismos, a los que habría de dedicarse cierto tiempo para encontrarlos e interpretarlos. Desde luego, todo aquello se complementa con símbolos cristianos y alegorías de la misma fe.
De todo el templo, una leyenda particular la protagoniza una imagen mariana. Se trata de una representación del transito o dormición de María (algo referente a esta tradición se abordó aquí) Para los fieles locales, lo mismo que los peregrinos, aquella efigie mas bien parece representar a una joven, que con devoción bajó el cerro de Malinalco, y a manera de penitencia lo hizo descalza. El esfuerzo físico realizado condujo a su muerte apenas llegó al poblado. Desde entonces sus restos descansan en una urna, donde se le aprecia durmiendo plácidamente, con un ramo de novia en las manos, pues si se imita su ejemplo, habrá de encontrarse pareja según algunos afirman. Hay que destacar, por último, que la bajada del cerro se torna difícil por momentos, pues se deben de saltar varias rocas, algunas ciertamente resbalosas, con el natural riesgo de caer, e incluso llegar a fracturarse.
Mucho se podría mencionar de Malinalco, pero el tiempo esta vez jugó en contra. Tocará para otra ocasión abordar con mas profundidad detalles de los diferentes rincones del poblado. Por ahora, lo último que queda son los recuerdos, plasmados en estas vistas de algunos de sus lugares mas notables.
¿Cuando tocará saldar la deuda con Malinalco?
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