No es mentira que en Tlacotalpan muchas veces se mantiene cierto aire de ingenuidad, y ello ocurre en sus museos, que son muchos, aunque modestos. Uno de ellos es el Museo Salvador Ferrando, a escasos metros de la Iglesia de la Candelaria. El nombre del personaje a quién se alude es un pintor originario de esta localidad, y acoge en su interior objetos del artista y otros de interés para el visitante, referentes a la historia del Pueblo Mágico.
Sus salas son los cuartos y pasillos de aquella casa que es de un solo piso. A pesar de ello, el lugar es ciertamente amplio. Se recuerdan diversos pasajes y se mantienen objetos que recuerdan aquellas épocas en que Tlacotalpan llegó a ser un lugar importante para los visitantes extranjeros, que se daban cita en ese tiempo por su importancia económica. Hoy en día, evidentemente, goza nuevamente de importancia para los foráneos, aunque ahora por su vocación turística.
Vemos algunas ilustraciones del traje jarocho, que nos ayudan a reconstruir como era dicha indumentaria antiguamente. También apreciamos algunas jaranas y muebles típicos, que aunque con ayuda de algunas máquinas, todavía hoy se fabrican de manera artesanal en Tlacotalpan.
Igualmente no se olvida el breve periodo que cerca de aquí llegó a vivir Porfirio Díaz, el cual brevemente se retiró de la política y vino a vivir en esta zona. En su juventud, el oaxaqueño aprendió el oficio de carpintero, que llegó a ejercer nuevamente durante este corto tiempo ¿Algún objeto en madera de los mas antiguos en Tlacotalpan lo habrá fabricado este personaje?
Igualmente, se encuentran diversas antigüedades muy curiosas, como algunas figurillas prehispánicas, artículos domésticos, objetos de uno personal y mapas. Si bien, quizá el museo en realidad carezca de un buen discurso museográfico, lo compensa con esa forma tan ingenua de presentar su exposición, que da una sensación de verdaderamente estar entrando en un domicilio típico de Tlacotalpan. En sí vale la pena detenerse un momento por este lugar.
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