Entre las comunidades de Santiago Acutzilapan y San Felipe Pueblo Nuevo, al norte del Estado de México, existe la costumbre de hermanar a los dos santos titulares de ambos pueblos, Santiago y San Felipe, respectivamente. Pues bien, la leyenda que hoy presento aunque no es de ninguno de los dos pueblos anteriores, bien podría ajustarse a dicho contexto.
La leyenda que en seguida se presenta pertenece a Temoaya, en el mismo Estado. Cabría señalar nuevamente que el texto, retomado de una fuente anteriormente consultada, obedece más a la religiosidad popular que a algo realmente verídico. Aquí el texto (resumido):
Una vez san Felipe [y Santiago] iban viajando a otro lugar, traían caballo diferente de color. Rojo era el caballo de Felipe y Santiago traía caballo blanco.
Empezaron a caminar, a ir lejos, y les agarró la noche: —Total, aquí vamos a descansar, no podemos seguir más porque yo ya traigo sueño, ya vengo cansado. —Pero, pues, en dónde vamos a descansar; es un bosque a medio camino, podemos perder nuestro caballo. —No podemos seguir más lejos porque está retirado y todavía nos falta para llegar en la mañana; entonces ¿por qué no descansamos y mañana le seguimos? —Bueno, si es así, pues vamos a descansar, pero sí tengo miedo, quiero ver a mi caballo, porque si lo pierdo ya nunca voy a tener otro. Mejor duérmete, Felipe, yo cuido tu caballo. —No, mejor al revés: tú duérmete y yo te cuido tu caballo. Nada más para que no pierdas tu caballo, en el pie te lo amarras bien. Yo, pues mi caballo yo lo voy a cuidar. Tú duérmete, yo no voy a dormir.
Y así se durmió Santiago y empezó a roncar porque el sueño era pesado; se empezó a dormir, y como Felipe no estaba dormido dijo: —Esta es la oportunidad, voy a soltar el caballo, lo voy a cambiar, le dejo el mío y el caballo blanco me lo llevo.
Ya cuando se despertó, al amanecer, Santiago vio que no estaba su caballo, o sea, sintió que sí estaba amarrado todavía, pero no se daba cuenta si era el mismo caballo.
Empezó a enojar y total, ya caminó, ya se vino, se encontró con su hermano: —¿Por qué me lo quitas? Me robaste mi caballo. —No, no es eso, no es cierto. —¿No?, ¿y entonces el caballo que traes? —No, ese yo lo compré. Ese yo lo compré por áhi. —No, pero aquí traigo tu caballo, ¿por qué me lo dejaste? Este es tu caballo, ¿sí o no? —No, yo no lo conozco ese caballo, yo no lo conozco ese caballo. —¿No? ¿Pero el mío?
Y ya cuando se festejaba su fiesta, se hacía fiesta con granizada, con aguaceros, con truenos: era Santiago. Y la fiesta de san Felipe, todo alegre, con un sol buenísimo, todo clarito.
Como notas finales:
- El hermanamiento entre los dos apóstoles: En la leyenda se señala que Santiago (el mayor) y Felipe son hermanos, cosa que en realidad no es cierta. Probablemente lo anterior se deba a una confusión originada por la celebración oficial de San Felipe y Santiago el Menor, que se realiza el mismo día litúrgicamente hablando.
- La lluvia: Llama la atención el fenómeno de la lluvia, pues se indica que en día de San Felipe no llueve en aquel lugar, cosa que hasta hace unos años sucedía también en San Felipe Pueblo Nuevo, no así en la fiesta de Santiago, donde llueve en abundancia, cosa que también sucede en Santiago Acutzilapan por lo general.
Fuente: Campos, A. (2006). Algunas historias que en México se cuentan sobre el apóstol Santiago. en Revista de Literaturas Populares. Año VI. Numero I. pp. 5-23