Por la calle que sube hacia la capilla, lo mismo que en el campo deportivo y otras calles aledañas, se instala una pequeña feria, donde encontramos lo típico de cada una de ellas. Así vemos pues un panorama donde se ve el ir y venir de los fieles, curiosos y quizá turistas también, que encuentran aquí un punto en común de interés y reunión. La afluencia crece por esta zona estos días, en contraste con la quietud que tiene el resto del año.
El interior del templo es austero, pero luce sin embargo con un esplendor que le otorga la misma algarabía que esta fiesta trae consigo. Dos imágenes aquí se veneran: un lienzo, que es una muy bella reproducción del original casi idéntica, y la otra, una imagen esculpida, también bellamente elaborada, que es la que atrae principalmente la atención de los fieles, que le han colocado un manto, al cual pasan, lo toman y se santiguan con el mismo. Puede deducirse que la imagen originalmente aquí venerada debiera ser el lienzo
Tres días consecutivos han sido finalizados con la quema de fuegos pirotécnicos. Estas en particular son algunas escenas que dejó consigo el día 11 de diciembre, víspera de la festividad titular. La música de banda ayudaba a ambientar aún mas el acontecimiento.
Al día siguiente, por la mañana, después de las mañanitas, el lugar ha retomado parte de su quietud acostumbrada, pero en unos momentos más, al medio día, se llevará a cabo la celebración litúrgica, la cual se lleva a cabo a un costado del templo, entonces de nuevo cobrará vida el lugar.
En la celebración litúrgica, se ve el ir y venir de trajes típicos. Destaca el original vestuario mazahua que no solo niñas, sino jovenes y algunas mujeres adultas portaban en la ocasión. También estaban las clásicas "inditas", lo mismo que los niños vestido de Juan Diego.
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