Desde inicios del denominado culto guadalupano, la imagen de la Virgen de Guadalupe ha pasado por diversos lugares de culto, tales como pequeñas ermitas o capillas, hasta incluso el altar mayor de la catedral de la Ciudad de México. Sin duda el templo que mas tiempo albergo la imagen en su interior fue la que hoy conocemos como Antigua Basílica.
El terreno irregular en que dicho inmueble fue asentado produjo el ya conocido hundimiento de varias partes de la edificación, que amenazaba incluso la vida de los devotos, pues podía derrumbarse de manera inesperada. Sumado al anterior problema, el inmueble ya no podía soportar las cantidades masivas de peregrinos que diariamente llegaban; de hecho hay datos que señalan como incluso había ocasiones en que prácticamente solo podían persignarse los devotos frente a la imagen e inmediatamente salir del lugar.
En 1970 se celebraban los 75 años de la coronación canónica de la venerada imagen. Tal acontecimiento ameritaba una magna celebración, en la cual resultaba insuficiente la Basílica de entonces. Fue a partir de dicho momento donde aparece en escena uno de los personajes clave de la futura Basílica: Fray Gabriel Chavéz de la Mora.
La tarea encomendada al clérigo entonces fue el proyecto de la que se conoció para la posteridad como la Basílica efímera, en virtud de que tras la celebración de la anterior efeméride, la edificación fue retirada del atrio guadalupano.
fue muy importante, ya que fue el detonante de hacer la nueva. Entonces, bajo la lona cabían de ocho a diez mil personas, y como era provisoria, hice un presbiterio muy escenográfico para que luciera mucho la misa, y sacamos la imagen de la Virgen de Guadalupe. Fue una experiencia muy importante, y la obra provisoria se desmontó en dos semanas.
Cabe destacar dentro de este proceso a otro de los principales artífices de la nueva Basílica: Pedro Ramírez Vázquez. Entre una de sus primeras aportaciones se encontró por ejemplo el llamado anteproyecto. La idea de Ramírez Vazquez de haberse llevado a cabo pudo resultar polémica, pues pretendía la demolición total de la antigua Basílica, preservando solamente el altar mayor. La idea no fraguó entre otras cosas porque nunca fue un proyecto oficial.
Por otro lado, anteriormente el abad había pedido un anteproyecto al arquitecto José Luis Benlliure, y éste pensó hacerlo arriba, en el Cerrito. Se trataba de una estructura un poco complicada, de parábolas. Todo el Cerrito se convertía en rampas, escalinatas y además se dañaba la iglesia de arriba.
Finalmente en 1973 los tres personajes mencionados comenzaron a compartir ideas por petición del Abad de la Basílica. En poco tiempo lograron ponerse de acuerdo: Un templo que no dañase ni la arquitectura de la antigua Basílica ni el cerro del Tepeyac y que ademas fuera capaz de acoger un gran número de peregrinos.
Entre las principales características del templo encontramos lo siguiente: Un templo cuya arquitectura es acorde con las reformas del Concilio Vaticano II; espacioso, para permitir cantidades masivas de peregrinos en su interior; con movilidad, contando con diversos accesos, ademas de poder transitar en su interior con libertad; y finalmente, la característica quizá mas importante, que permitiera la visibilidad de la imagen venerada desde diversos ángulos.
Finalmente, el 12 de octubre de 1976 es trasladada la imagen a la Nueva Basílica, desde entonces permanece en el recinto, el cual mientras tanto ya ha pasado a la historia como uno de los edificios mas innovadores no solo de nuestro país, sino de la arquitectura moderna del mundo.
Fuente:
Afana, J. (2017). Una conversación con fray Gabriel Chávez de la Mora. Actas De Arquitectura Religiosa Contemporánea.
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