La
Ciudad de México fue construida sobre un lago, esto como consecuencia ha
producido inundaciones, muy frecuentes en los años recientes a causa del
calentamiento global. Sin embargo, en la época virreinal había costumbres
particulares y formas de reaccionar ante este tipo de desastres naturales. La inundación
de 1629, hoy sabemos, fue una de las peores que ha azotado a la ciudad de los
palacios. Inundación que se prolongó por largo tiempo, al grado de recurrir a la
denominada ayuda divina, en este caso, traducida en el extraordinario traslado
de la Virgen de Guadalupe, desde su ermita (todavía no se construía la antigua basílica)
en la Villa de Guadalupe hasta la Ciudad de México. Una reseña de los hechos la
dejo en seguida.
A diferencia de la
Virgen de los Remedios, cuyas visitas a la Ciudad de México han alcanzado mayor
número de setenta, la de Guadalupe solamente una vez abandonó su santuario a la
falda del Tepeyac, para hospedarse en la metropolitana iglesia. Nadie ignora que
la ciudad que, sobre las ruinas de la antigua Tenochtitlán, erigieron los conquistadores,
se ha visto, no una, sino varias veces, invadida por las aguas pluviales que no
pudieron contenerse en los vasos de los lagos cercanos; tanto que, en los
primeros tiempos del virreinato, se pensó transladarla[sic] a las lomas de
Tacubaya, proyecto del que se desistió al considerar el monto de los edificios
ya construidos;[...]
Estando inundado todo el trayecto desde México hasta la
falda del Tepeyac, fue preciso hacer la traslación de la Virgen en canoa, y, al
efecto, el día 25 embarcáronse en una "faluca", empavesada con
gallardetes y banderas, el Virrey y el Arzobispo, y bogaron hacia el Santuario,
seguidos de una verdadera flotilla de canoas, igualmente adornadas y "esquisadas
de remos", que conducían a los oidores, capitulares, órdenes monásticas y
nobleza; y, en toda clase de embarcaciones, por casi todo lo que quedaba de la
población de México. Llegados a las puertas del templo, la imagen fue bajada de
su sitio y colocada en la falúa del Arzobispado, y empezaron a navegas rumbo a
México, dice el P. Florencia "con aparato grande de luces en las embarcaciones,
de música, clarines y chirimías, cantando el coro de la Catedral himnos y
salmos, con más consonancia que alegría, porque a todos llevaba el común
trabajo contritos, aunque confiados en la compañía de la Santa Imagen, de quien
esperaban el remedio".
Al acercarse la flotilla a la iglesia de Santa
Catarina Mártir, los encargados de este templo sacaron a esta imagen, ricamente
vestida y con sus más preciosas joyas engalanada, en una canoa, también
adornada vistosamente, para recibir a la Guadalupana; entraron ambas con toda
la comitiva a la iglesia, en donde verificóse solemne función, y terminada
ésta, continuó su ruta la Virgen del Tepeyac hasta el Arzobispado, en donde
permaneció aquella noche. A la mañana siguiente fué conducida a la Catedral,
que entonces se construía, siendo colocada en el "nicho de patronos",
en lo que fué más tarde sacristía mayor. Allí se le rindió culto por los
infortunados vecinos de México, quienes impetraban su intercesión con misas y
novenarios, para que cesara el mal que los afligía.
Fuente:
Romero de
Terreros, M. Bocetos de la vida social en
la Nueva España. México. 1944. Editorial Porrúa. Pp. 87,91-92
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